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miércoles, abril 21, 2004

Los diez minutos más importantes de tu vida 

Hoy empezó a hacer frío en Montevideo. Hay que cambiar a las frazadas, ponerse ropa de invierno, encender las estufas, acostumbrarse al agua helada que sale de la canilla, empezar a buscar la bolsa de agua caliente. Nunca me pareció que hablar del tiempo sirviera para nada, hasta que yo empecé a hablar del tiempo.
El tiempo. Mi tiempo. Acabo de volver de mis vacaciones. Logré llegar al estado en el que se vuelve a valorar la vagancia, el ocio creativo y el no hacer nada, ese estado de relajación total en el que tus horas son tuyas y no vivís para más nadie que vos y tu vida. Hoy es el segundo día que trabajo. Hoy es martes. Me reintegré el domingo, sí, feo día para reintegrarse. El domingo, en la librería donde trabajo, vi un libro nuevo cuyo título es "Los diez minutos más importantes de tu vida" Se trata de un libro de autoayuda, como hay tantos, la diferencia es que este extrema el conflicto dramático de la vida reduciéndolo a una simple variable: los famosos "diez minutos" del título. Es evidente que el secreto de los diez minutos, el cómo potenciar esos queridos 10' presentaba cierto atractivo para mí. Simplificar las cosas en general me entusiasma. En la contratapa decía que el libro trataba de esos diez minutos que pueden cambiar el rumbo en la vida de alguien, para bien o para mal. Adentro aparecían ejemplos de frases dichas en momentos de decisión cruciales para la mayoría de la gente, tales como: "Quiero casarme contigo" "Quiero tener un hijo" "Si vuelves a beber terminaré la relación" "Creo que merezco un aumento de sueldo" "Hagamos ese trato" y varios ejemplos más. Cuando leí esto pensé en Matrix, la famosa escena en la que al protagonista le ofrecen dos cápsulas -una azul y una roja- y él elige una que le cambiará la vida, no solo a él sino a todos (algo así, porque tampoco es que me haya interesado la película) La cosa es que en esos diez minutos más importantes de nuestras vidas tenemos que estar bien despiertos para que no nos pasen de largo como si nada, para que no nos pasen por arriba, para que las cosas que queremos sí nos pasen, para que "hagamos lo correcto". A esta altura pensarán que estoy totalmente comprometida con la autoayuda y la new age. No es así. Simplemente que ese día, un poco más temprano, yo había decidido decirle a mi jefe que no trabajaría más... los días domingos. Que no haría el trabajo que nadie quiere hacer, que no trabajaría 16 horas más que los demás todos los meses por casi el mismo sueldo -o menos, no lo sé, está prohibido que entre nosotros nos digamos cuánto gana cada quién- de lo que ganan mis compañeros. Ese día utilicé mis "mágicos diez minutos" y se lo dije "No voy a trabajar más los domingos" a lo cual él respondió "¡Pero si fuiste tú la que quiso trabajar los domingos!" Volví a enfatizar lo del "no" y volví a explicar que todo tiene un ciclo, que ya me había cansado, en fin, que ya estaba. El se puso como loco y dijo que cuando volviera de mi día libre hablaríamos. Y que haría una reunión entre todos los empleados y que trataríamos el tema. Le salió el espíritu de grupo. Hoy fue ese día en el iba a hacer una reunión. Hoy era el día en el que íbamos a hablar del tema. No hubo ninguna reunión, no se habló, más bien él estuvo el rato que lo vi con su mejor cara de loco y se echó para atrás cuando lo fui a saludar con un beso. Esa táctica de echarse para atrás lo hace aún más insoportable como jefe y como persona. Supongo que debe de haber una lista de cosas que hacen los jefes para simplemente fastidiar a sus empleados. Y viceversa. En fin, tipo "Life in Hell" de Groening. Concluyendo, no se habló del próximo domingo, aunque yo sí estuve todo el día, las diez horas, pensando en los "próximos diez minutos más importantes de mi vida" en los que voy a recordarle que "no voy a trabajar más los domingos". El dolor de cabeza no lo puede evitar. Aprendo, poco a poco, a expresar lo que siento y lo que necesito, a veces esa necesidad es tan fuerte que me da un poco de miedo a lo desconocido, o es el maldito miedo existencial que me posee. Ya lo superaré, como todo. La perseverancia trae ventura, como dice el I Ching. El camino del chinito es el mío: paciencia, perseverancia, wu-wei. Tengo que aprender a hablar en el momento justo, decir las palabras como un hachazo bien dado a un tronco grueso pero ya seco. Como chica vudú que soy pienso "El que a hierro mata, a hierro muere" O sea, mi tiempo es mi tiempo, si no quiere devolvérmelo por las buenas tendrá que hacerlo a como de lugar. Le daré una semana. Podría y querría dejarlo plantado sin más para este mismísimo domingo. Veré qué hago. Yo que no soy Gandhi precisamente, ni Dalai Lama, pero que tengo mi código hamurabi de honradez, bueno, como soy una chica vudú pienso simplemente que yo no le regalaré mi tiempo ni le obsequiaré mi valioso trabajo por el precio de sus bajas necesidades. Obtendré lo que quiero. Voluntad no me falta. Quiero recuperar mi tiempo. Quiero tener los domingos libres para ir a ferias, a museos, al cine, a recitales, quiero salir con mi chico el sábado hasta la hora que sea, sin sentir el martirio que significa tener que trabajar al otro día y quiero salir también el domingo. No quiero privarme de nada. Ni siquiera del derecho a estar todo el día tirada en la cama mirando videos. Desde que trabajo aquí entiendo un poco más a los negros esclavos que inventaron la religión vudú, aunque no me gusta nada el asunto ni la practicaría bajo ninguna circunstancia.
Estas vacaciones me hicieron despertar. Hice conexión conmigo misma. Hice "clic". Me alcanzaron los días para terminar de leer "Las Sopranos", novela de Alan Warner sobre varias colegialas que salen de un pueblo y se dirigen a una ciudad con las monjas en un ómnibus para representar al coro de un colegio. Se supone que van a competir a un concurso, pero para ellas va a ser la excusa ideal para expresar su rebeldía: pasean por pubs, salen de compras gastando dineros ajenos, se divierten, bailan, toman, consumen drogas, tienen sexo y definen para ellas mismas sus respectivas identidades. La recomiendo. Es una obra suprema, inteligente, con toda la energía, escrita con sentido del humor y ternura. El autor, Allan Warner, retrata con virtuosismo el mundo de las adolescentes de algún lugar perdido de Escocia. Warner es el mismo que escribió "Morvern Callar", novela en la que se basa la película "El viaje de Morvern".

Quien quiera leer una entrevista a este joven autor, que ya forma parte de la nueva generación de jóvenes nuevos escritores -y no solo porque haya salido en la última edición de la revista literaria Granta- solo tiene que entrar a http://www.barcelonareview.com/arc/r2/cas/Warnerbio.htm
Ahí se entera una, entre otras cosas, de que el uruguayo Juan Carlos Onetti es uno de sus escritores favoritos de todos los tiempos. Es hincha de nuestro Onetti ¡Asombroso!
No se pierdan por nada "Las Sopranos", novela editada por Anagrama.
Diez minutos invertidos por día en la lectura de esta novela me resultaron una excelente inversión. Try it!


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martes, abril 20, 2004

Vida eterna a la niña vudú 

Qué mejor lugar que este para quitarme una a una las agujas de mi corazón, qué mejor lugar que este para que la sangre cicatrice, para que mi corazón se cure, deje de doler, bombee. Qué mejor lugar para que vuelva a funcionar como en la infancia: sin dolor, sin temor, sin crueldad, sin maldad, con amor, con pasión, con poder y creatividad.

¡Vida eterna a la niña vudú que llevo dentro de mi cuerpo! Por la calle, mientras ando en bici, cuando voy al almacén, mientras preparo un budín de pan, cuando tiro el tarot, mientras escucho música, mientras atiendo a la gente en la librería, mientras arreglo la vidriera, mientras estudio diseño de modas, mientras escribo un cuento o un guión, mientras leo, mientras miro una película, mientras paseo con mi chico hermoso, mientras descanso, en todos los momentos mi pequeña niña vudú está viva y pide alimento. Ella es muy celosa y siempre quiere ser la primera, la mimada, la mejor, la más querida. Caprichosa, sensible, inteligente y curiosa, así es ella.
Ya no te quejes, mi niña ¿Estás contenta con tu nuevo juguete? Sí, yo se que sí. Te gusta jugar, niña, te gustan los colores, los amigos, la música. Vuelve a subir a tu calesita. Ahí eras la reina, la reina de las vueltas ¿Alguien te hizo bajar de ahí? ¿Te saliste tú solita? ¿Te aburriste y te fuista a conocer el mundo? Está bien, te entiendo. Pero ya es hora de que vuelvas a soñar con eso que ni sabés lo que es pero siempre está cerca como la sortija que había en el carrousel. La vida da vueltas, pequeña, pero -tarde o temprano- se vuelve al primer amor. El primer amor no es alguien, no, son todas las caras, todo el universo, el tiempo eterno en un anillo. Ahora ponte tus zapatos de princesa y sube a tu caballito, abre tus manos porque el oro y los rubíes caerán sobre ellas, sonríe, mira el cielo, todo es tuyo. Es hora de recobrar tu paraíso perdido, niña vudú, por las buenas o por las malas.

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