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domingo, junio 26, 2005

TU MEJOR AMIGO, TU PEOR ENEMIGO 

A mí me pasó. Desde los dieciséis a los veintisiete años, tuve una amiga que fue mi peor enemiga. Me marcó a fuego, si quieren saberlo todo sigan leyendo ¿Les ha pasado? Vamos, no mientan...
Del vampirismo de la amistad adolescente, de esa hermandad con tu mejor amiga / tu peor enemiga, la que te hacen traicionar tus más queridos ideales, te da vuelta todos los esquemas y te revela quién sos de verdad, trata la novela que voy a reseñar aquí. Se llama "ANTICHRISTA" y la escribió Amélie Nothomb (1967) una escritora japonesa que vive en Bruselas.




La chica fue elegida por una encuesta realizada por Le Figaro en la que participaraon 35 críticos literarios como "su escritor favorito de edad inferior a 40 años" ¿Qué tal? Antes de esto había escrito otros libros como "Metafísica de los tubos", "El sabotaje amoroso", "Cosmética del enemigo" y "Diccionario de nombres propios". No leí ninguno de los anteriores. Básicamente no me interesaron los temas, les confieso. No pasó lo mismo con esta novelita de 131 páginas que es de esas que te dan ganas de comprar y pasar a todos tus amigos, a tu novio, a tus compañeros de trabajo o de estudio. Querés que todos la lean y te cuenten su propia historia de amistad neurótica adolescente, esa que los hizo mierda y también los avivó. En la contratapa del libro dice que la autora opina que "un libro es un detonador que sirve para hacer reaccionar a la gente" Estoy de acuerdo. Lo mejor es que esta novela lo logra. Es perfecta, ya que cumple lo que se propone sin demasiadas vueltas. No hay relleno, lo cual se agradece. Al pasar las primeras páginas se tiene la sensación de estar presenciando una obra de teatro un tanto aburrida, a partir de que la tensión crece se tiene la sensación de ser Blanche, la joven solitaria, tímida e insegura que conoce de un día para el otro -en la Universidad- a la seductora, descarada e invasiva Christa. Ya al medio y al final una llega a dudar, a reflexionar, a odiar, a gritar, a defenderse y a contratacar junto con la protagonista (ojo, conozco gente que leyó la novela y no se identificó con ninguno de los personajes, pero a mí me pasó) Este libro trata de cómo una total desconocida se convierte de a poco en tu mejor amiga, pasa a vivir con tus padres, comienza a ser el centro de tu vida, a mandonearte y manipularte hasta que te saca tu lugar y se convierte en tu peor pesadilla.
Pero trata de algo más, de ese deseo de ser otro que está tan vivo a los dieciséis, de la falta de personalidad, del miedo al espejo, de la formación de la famosa autoestima, de la mirada prejuiciosa de los otros sobre uno, de empezar seriamente a sospechar que hay una delgada línea entre cosas que están bien y cosas que están mal, de la vergüenza de no haber tenido experiencias con el sexo opuesto, del cuestionamiento sobre qué mierda quieren los demás (familia, amigos, sociedad) de nosotros, de la intensidad de las cosas vividas por primera vez, de esa necesidad de algunas personas de marcar las diferencias para liderar, de la competencia entre amigas en un mundo ya bastante jodido.

"Hasta conocer a Christa, uno de los placeres de mi vida de adolescente había consistido en leer: me tumbaba en mi cama con un libro y me convertía en el texto. Si la novela era buena, el libro hacía que yo me convirtiera en él. Si era mediocre, no por ello dejaba de compartir horas maravillosas, deleitándome en lo que no me gustaba, sonriendo por las ocasiones fallidas.
La lectura no es un placer sustitutivo. Vista desde fuera, mi existencia era esquelética; vista desde dentro, inspiraba lo mismo que inspiran los apartamentos cuyo único mobiliario consiste en una biblioteca suntuosamente llena: la envidia admirativa por quien no carga con lo superfluo y rebosa de lo necesario.
Nadie me conocía desde dentro: nadie sabía que no tenía por qué quejarme, sólo yo, y eso me bastaba. Me aprovechaba de mi invisibilidad para leer durante días sin que nadie se diera cuenta.
Aparte de mis padres, no había nadie más para percatarse de aquel comportamiento. Era blanco de sus sarcasmosL la bióloga de mi madre se ofendía de que descuidara mi físico; mi padre la secundaba con gran acompañamiento de citas latinas o griegas, mens sana in corpore sano, etcétera, me hablaba de Esparta e imaginaba sin duda que existían gimnasios a los que podía haber acudido a entrenarme como discóbolo. Incluso habría preferido tener como retoño a un Alcibíades antes que a aquella chica prendada de la literatura, soñadora y solitaria.
Yo no intentaba defenderme. ¿Para qué intentar explicarles que era invisible? Creían que yo era altiva, que despreciaba los placeres propios de mi edad: me habría encantado hallar el manual de instrucciones de mi adolescencia, pero resultaba imposible sin la mirada de alguien. Mis padres no me miraban, puesto que ya habían decidido que era "demasiado buena, carente de vitalidad, etcétera". Una mirada auténtica carece de ideas preconcebidas. Si unos ojos auténticos se hubieran posado en mí, habrían visto una pila atómica, un arco tensado al máximo, pidiendo sólo una flecha o un blanco, y proclamando a gritos su deseo de recibir ambos tesoros.
Sin embargo, mientras aquellas gracias me fueran negadas, no me produciría ninguna frustración florecer en los libros: esperaba a que llegara mi hora, tejía mis pétalos con Stendhal y Radiguet, que no me parecían los peores ingredientes de este mundo. No me conformaba con cualquier cosa.
Con la llegada de Christa, la lectura tenía algo de coitus interruptus: si me sorprendía leyendo, empezaba por echarme una reprimenda ("¡tú siempre con tus libros!") y luego se ponía a hablarme de miles de cosas sin interés alguno, que repetía invariablemente cuatro veces; como me aburría tanto cuando ella charlataneaba, no tenía más remedio que contar sus inútiles repeticiones y sorprenderme de aquel ciclo cuaternario.
- Y Marie-Rose va y me dice...Entonces voy y le digo a Marie-Rose...Increíble, eh, lo que me ha dicho Marie-Rose...Bueno, y ya puedes imaginarte lo que le he dicho a Marie-Rose, que...
A veces, por cortesía, me obligaba a mí misma a fingir una reacción, como:
- ¿Quién es Marie Rose?
En mala hora. Christa se exasperaba.
-¡Te lo he contado mil veces!
En resumen, más valía que me callara y la mirara hablar puntuando su discurso con repetidos "mmm" o cabeceos. Sin embargo, me preguntaba por qué se comportaba así: no era idiota, no podía parecerle divertido narrarme todos aquellos cotilleos que constituían su relato. Había llegado a la conclusión de que Christa sufría una envidia patológica: cuando me veía feliz en compañía de un libro, tenía que destruir aquel instante de felicidad como fuera o, en su defecto, apropiarse de él. Había conseguido acaparar a mis padres y la casa, ahora tenía que conseguir acaparar mis alegrías. Sin embargo, yo estaba dispuesta a compartirlas.
- Si me dejas acabar de leer, te prestaré este libro.
Ella no podía esperar, me lo arrancaba de las manos, lo abría por cualquier página, ya fuera por el medio o el final (no me atrevía a expresarle el desprecio que me inspiraban semejantes prácticas), se instalaba allí con una mueca de duda; yo iba a buscarme otro libro y apenas el texto conseguía envolverme con sus brazos ya volvía ella a hablar de Marie-Rose o de Jean-Michel. Era insoportable."






Se puede decir que es una novela iniciática, pero voy a dejar de copiar cosas de la contratapa y les diré a lo que me hizo acordar: a mí. Me apuntó como una flecha, me llevó en un regreso a mis dieciséis, conociendo también por casualidad a la que sería mi mejor amiga durante años, y también mi mayor enemiga. A través de la novela reviví aquella retorcida relación. Ella era un ejemplo de todo lo que yo no tenía, y viceversa. La conocí porque era amiga de mi hermana. Y ahí empezó todo. Lo primero que ella hizo fue hablar mal de mi hermana. Después se hizo mi amiga. Eso me cayó bien. Por aquella época mi hermana creía ser una iluminada de 14 años que ya había debutado, había conocido la vida, el arte, la tenía muy clara y me lo refregaba por la cara todo el tiempo. Al lado de mi hermana yo no era nadie. Ni siquiera me animaba a poner un póster en mi habitación, me parecía que las paredes en blanco reflejaban bien mi estado interno, que era el vacío, la oscuridad, el caos. Así que no me pareció mal que aquel apéndice se desprendiera de mi hermana y se transformara de algún modo en otra hermana. Nos hicimos amigas, empezamos a compartir club, dietas, comidas, música, cine, charlas, puntos de vista. Con ella pasé la primera noche en vela, por ejemplo. Era su cumpleaños, hicimos una torta de duraznos y después de festejar el primer cumpleaños sin adultos salimos a caminar por la playa hasta el mediodía. No queríamos irnos a dormir de ningún modo, la euforia era un modo de vida en el que nos estábamos iniciando. Luego pasaron muchas cosas. Su familia se vino abajo económicamente: tuvieron muchos problemas económicos, no pudieron pagar más el apartamento en el que vivían, se fueron a vivir a una casa más humilde, el padre perdió el trabajo, la madre empezó a trabajar de limpiadora, mi amiga cuidaba niños y se drogaba en sus ratos libres. Se enamoró de un músico y se volvió otra. De escuchar a Xuxa o El último de la fila pasó a escuchar a Nick Cave y Bauhaus. Antes y después: de usar camisitas con ositos o florcitas, jeans celestes y buzos de lana en colores pasteles -un look angelical que remataba con un pelo rubio y largo hasta la cintura y peinado con una media cola- pasó a usar ropa negra bastante apretada y con encaje, minis de cuero, medias por arriba de la rodilla, botas militares, sobretodos. El pelo se lo dejó corto y lo teñía cada mes de un color distinto. Mutó. Yo, que estaba acostumbrada a tener amistades variadas, me adapté bien al cambio. Por aquella época tenía un par de amigas medio hippies que se pasaban fumando porro, otras que eran del interior (más bien prolijas, tirando a chetas), otras que ya eran "adultas", tenía una amiga que militaba, qué se yo, un lindo muestrario de prototipos. La única que no se definía era yo. Y bueno. No podía definirme, eso me pasaba. Solo sabía que era yo y que no estaba dispuesta a ser otra. Mi único valor, por aquel entonces -y ya era bastante- era no haberme disfrazado para ser aceptada por tal o cual tribu. Yo quería ser auténtica y si eso me costaba la vida, bueno, estaba dispuesta a arriesgar. La historia continúa. Mi "mejor amiga" un día desaparece, me dice que se aburre conmigo, que ahora se da con otro tipo de gente (gente cool,se entiende) y yo le digo que no me gusta su actitud. Me cuenta todas sus nuevas experiencias y me siento bastante idiota en comparación. Le falta decirme "Tomá avivol". Yo me enojo con ella, por su falta de constancia amistosa, le digo que no me gusta que se borre así, que trate de cambiar, que me visite más seguido, como si fuera una madre ofendida, pero a partir de ese momento ya se ha quebrado algo muy importante: mi confianza en ella. Desde ahí para adelante se repite el argumento de "Antichrista" con algunas variaciones: me dice cómo me tengo que vestir, me lleva a tirarme las cartas con brujas de la peor calaña, me presenta gente que no me quiere, me sugiere cambios físicos y psíquicos que no me van, me muestra lo creativa y popular que es, lo habilidosa y hacendosa que es, las fotos que saca, lo lindo que le quedan sus piezas de cerámica, también escribe poemas, quiere que yo la lleve de vacaciones, me envidia un poco, quiere que yo le presente a mi psicólogo, que le preste mi ropa, mi atención, que le de mis valiosos consejos; quiere mi tiempo, mis energías, mis cosas, mis discos, mis libros, mis pensamientos, mi estabilidad, mi inteligencia, mi personalidad, mi bondad, mi amor, mi atención, mis amigos, mi familia, mi estudio, mi trabajo, mi novio. Para peor yo hablo de mi amiga a los demás como si fuera mi heroína, a pesar de que ya comienzo a sospechar que ella es maligna, una tonta, una histérica, una desgraciada. Comienzo a sentir que mi amiga me hace sufrir y que no quiere mi bien. El resto de mis amigas me odian y la odian. Después es ella la que quiere continuar la amistad...y yo la que quiere cortar. Un día nos peleamos fuerte y le digo todo lo que pienso de ella. Nada bueno. Dejamos de vernos por un tiempo largo. Cuando volvemos a ser amigas noto que ya nada será como antes. Cortamos nuevamente, esta vez definitivamente. Un día me la encuentro en un baile. Se me acerca, me da un beso y me dice "Feliz cumpleaños". Yo ya no le hablo, estoy con mi nuevo novio y mi nueva amiga, ni siquiera la miro ni le doy las gracias. Es siniestra. Me la vuelvo a encontrar en lugares, ella me mira como queriendo reiniciar la amistad. No hay forma. Ya está deshecha. Supongo que ya incorporé de ella las lecciones que tenía que aprender. Asunto terminado. Al menos para mí.
Ta, no sigo. Supongo que ustedes tendrán algo que contar también.


"ANTICHRISTA" Amélie Nothomb. Anagrama.
Título de la edición original: Antéchrista. Éditions Albin Michel S.A
París 2003.
Primera edición en español: enero 2005.

Música que acompaña: "Push the Button" The Chemical Brothers

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jueves, junio 09, 2005

UN CHICO, UNA GUITARRA 

“Un chico, una guitarra”
Esta combinación mata. No importa qué chico. Ni qué guitarra. Pero donde haya un chico con una guitarra (guitarra, bajo, cualquier cosa por el estilo) al hombro, el mundo todavía puede tener esperanzas. Siempre que veo un chico con una guitarra al hombro -sobre todo en invierno- un cúmulo de sensaciones me asalta. Primero: no puedo dejar de mirarlo, o de admirarlo. Pienso que está bien. Que da. Que es lo correcto. Que se va a divertir. Que tiene una guitarra y no un arma. Que no todo está todo perdido. Que es una opción saludable en un sistema contaminado. Que es agua en el desierto. Que me bajo de la bici y me voy con él. Que va a tocar una canción que me gusta. Que va a haber fueguito. Que nos vamos a divertir. Que se va a llenar de gente que lo va a querer. Que ya lo estoy queriendo. Que cuando se muera su calavera va a cantar una canción, bien, bien arriba, y lo van a ver, que no va a ser solo polvo.




Claro que no me pongo a conversar con el chico ni le pregunto nada. No se necesita. Prefiero seguir así, ignorante, silenciosa, mirando de lejos, pensando “Un chico, una guitarra”. Al menos, por un día, una fantasía no caerá.


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domingo, junio 05, 2005

ANTES DE DORMIR 



Hace un par de noches sucedió algo que no puedo entender todavía. Me acosté a dormir agotada. Venía de una semana muy estresante en la que tuve que tomar muchas decisiones sola. Me desvelé, estuve bloggeando por aquí y por allá, leyendo cosas que tampoco me aportaron demasiada tranquilidad. A las cuatro y media de la madrugada decidí dar fin a mi insomnio. Cuando fui a la cama noté que mi novio se había dormido hacía rato, también mi perro. Me metí en la cama tratando de no despertarlos. Y ahí sucedió: sintiéndome un poco sola por una cantidad abrumadora de temas que no he tocado con nadie en estos días, apoyé la cabeza sobre la almohada y me hallé a hablando imaginariamente con un amigo a quien hace un tiempo que no veo Se trata del mismo amigo del post "La gente te diagnostica" abril 11, 2005 (para el que quiera seguir este folletín por blog)
Voy a explicarme, en esta fantasía dirigida por mí no le hablaba de verdad. Era como si yo estuviera haciendo una visualización, pero no tanto. Yo inventaba las voces, como si todo empezara en una llamada telefónica: "Hola, ¡cómo andás?" decía él. "Bien, ¿y vos?" contestaba yo, en todo momento conciente de que yo estaba inventando esa fantasía que era como visualizar un guión, el que me habría gustado vivir en ese momento. Le pregunté cómo andaba su gata. La última vez que hablamos me había contado que su gata blanca estaba muriendo. El estaba muy triste, me explicó lo de la gata y me dijo que la muy desgraciada se había comido una rata envenenada en una de sus excursiones nocturnas. Un bajón, dijo, "es algo que daría para escribir". Se ve que estaba muy triste, a sus animales los quería, no era joda. Me describía cómo la gata temblaba, y me preguntaba si no me acordaba de ella "La viste cuando estuviste en casa ¿no te acordás?" "No, no me acuerdo" le contesté, anestesiada. Después de la última conversación telefónica en la que me contó esto, recordé que vi a esa gata cuando estábamos en el living, a través del vidrio, apoyada en el borde de la ventana del lado de afuera. Llovía y me acuerdo que le dije "¿y no les da cosa dejarla afuera?,¿no te da miedo de que le pase algo?" Y al final le pasó. Pero cuando la última vez que hablamos por teléfono él me contó de su gata no solo no recordé a la gata sino que no di importancia a esta confesión que él me hizo, ni fui capaz de entender su dolor. Mi hostilidad hacia él había ido creciendo, no estaba como para comprender. Mi ego estaba todo machucado, me sentía muy herida y hasta la memoria tenía bloqueada. En la conversación imaginaria, esa que tuve antes de dormirme, yo le preguntaba cómo andaba la gata, él me decía "Bien, ya se curó" Todo era ideal, no como la vida real. El volvía a entenderme, volvíamos a ser amigos. Hablamos un rato de la vida de cada uno. Sentía que él me quería como antes, mi amigo, con el que me pelié hace un par de meses no se muy bien porqué. Mi amigo, a quien extraño. Sin embargo no me puse a llorar nunca por eso (cosa que he hecho en el pasado por cosas similares) sino que me tomé esta interrupción en nuestra amistad como algo necesario. Ultimamente se había vuelto muy crítico a la vez que curioso hacia mi obra (a la que consideraba cursi, resumiendo) y mi vida (de la que todo le molestaba al fin y al cabo) Me decía cosas que me jodían, como que a las doce de la noche no era hora para llamar a su casa, esas eran las reglas que no las ponía él sino su familia. No estaba haciendo de amigo, aunque entiendo que quería que yo viera las cosas más objetivamente, no me estaba ayudando, elogiaba a mis enemigos y me tiraba a mí con todas las críticas. Supongo que estaba pasando por una fase de sinceridad brutal. Yo también con él, aclaro. Así fue, crecimos. Las personas cambian, y no hay peor cosa que seguir hablando con alguien que ya no nos entiende o a quien no entendemos, que nos rechaza o a la que rechazamos por algún motivo. Así que quedó todo en stand by. Esa conversación imaginaria que tuve con él me hizo sentir que por lo menos para mí era importante esa relación, que estábamos muy próximos más allá de que nunca más nos viéramos. Llegué a fantasear que él me iba a escuchar. A fantasear ¿eh? Aclaro, porque hay gente que cree en estas cosas de la telepatía de verdad. Tengo la tendencia a llevar las cosas a su punto máximo de ebullición, así que esta conversación imaginaria no es más que otro de mis "microdramas". Los monto no se si para entetenerme, o porque la vida te da para llevar adelante un solo drama (o una sola comedia, según cómo se vea) pero no hay lugar ni tiempo para todos los personajes y obras a la vez. O sea, no se pueden montar dos o tres obras a la vez, al menos en la que uno es el protagonista. Se elige uno de los títulos. En mi caso elegí uno que incluye paz y armonía. No quiero más basura, molestia, ruido o confusión. Quiero amor, mucho amor. No dolor. Así que esa obrita me estaba molestando y bajó de cartel, para el bien de ambos. Lo raro fue que nunca había utilizado este mecanismo de defensa, tal vez se pueda clasificar dentro del género "fantasía"... qué se yo. Se que muchas personas tienen fantasías sobre su vida (ganar el cinco de oro, ser famoso, ganar un premio, conocer a un ídolo), otros tienen fantasías sexuales (estar con David Bowie, acostarse con una persona que los atrae mucho), otros alimentan fantasías indefinidas (estar en Hawai en una hamaca paraguaya sin hacer nada, matar al jefe, robar un banco, etc) Debo confesar que carezco de fantasías más que sobre mi vida, lo que sueño lo trato de hacer aunque me lleve mucho tiempo y sepa que es difícil, no los considero sueños entonces sino proyectos. Alguna fantasía tengo sí, claro. Pero no me caracterizo por un gran montaje ni nada. Se que la gente las tiene. Mi caso es diferente. Tal vez porque al escribir cuentos o novelas descargo una cantidad de material fantasioso. No importa. A lo que quiero llegar es que nunca me había pasado esto. Me sentí muy reconfortada con esta conversación nocturna, que habrá durado 5 minutos, porque después me dormí. Al otro día, cuando llegué al trabajo, le pregunté a mi compañera, con quien tengo una gran confianza, si a ella le pasaba algo así. "Ah, claro. Todas las noches hablo con Juan, con Pedro, con Andrés. Todas las noches antes de dormir lo hago" "Ah, bueno, dije yo, qué locura! ¿En serio?" "Pero claro. Y supongo que mi amiga Gabriela, que lo único que piensa es en coger, en vez de imaginarse que habla con ellos imagina que se los coge, es totalmente normal" Llamamos a un empleado de la librería, el que se encarga de la seguridad del local, a los gritos. Vino en seguida. Le hicimos la pregunta clave. El estuvo internado en manicomios por problemas emocionales y adicciones, ahora está mejor. Cuando le dijimos lo que nos preocupaba nos dijo "Uh...pero eso es estar a un paso de la locura..." Nos miró aterrado. Le dije a él, un poco para tranquilizarlo, otro poco para dejar mi preocupación de lado "Viste, no son todos los que están ni están todos los que son" Nos reímos. Cuando quedamos solas con mi compañera le dije "Vos te das cuenta de que ese tipo de conversaciones son producto de la frustración de no poder ver a esa persona, o de no poder comunicarse, lo peor es que una se hace la cabeza de que lo que está hablando con esa persona le llega, como si fuera una especie de telepatía, como si chateáramos... Todo eso es frustración, no tengo otra palabra para clasificarlo" "No, no es así, es normal, dejáte de joder" Por ahí quedó el tema. Le pregunté a mi novio si él tenía esas conversaciones imaginarias y me dijo que no. Si alguien me dice que se comunica con muertos lo veo más coherente, porque en ese caso sí que no hay forma de decirle lo que uno quiere a alguien que se fue. Aunque lo que yo hice también se puede considerar un ejercicio gestáltico. Qué se yo. No dejó de preocuparme un poco esta nueva forma de comunicación entrópica. Objetivamente va de mí a mí ¿Para qué sirve entonces? Según mi compañera es muy sano el síntoma "Yo si no tuviera esos encuentros, esas conversaciones, me volvería loca, ay, no me imagino mi vida sin eso, estaría internada en el manicomio" Me viene a la mente "Torrentes de amor", la escena donde Gena Rowlands se hace la película e imagina una cantidad de cositas que no sucedieron ni van a suceder. Pero no es mi caso, eh, no lo crean, yo era conciente de lo que me pasaba, no era más que una forma de descargar. Además de pronto yo veía a este amigo como un interlocutor válido para pila de temas. Y como no está, bueno, recurrí a esto. Ahora, les pregunto a ustedes ¿alguna vez les ha pasado algo similar? ¿Recurren a la almohada como a una alfombra mágica? ¿qué tipo de relación tienen con la almohada? Siempre dicen "Lo voy a consultar con la almohada" Ahora veo que la almohada tiene un menú de opciones, es como una caja de Pandora. La almohada, esta amiga fiel que nos recibe todas las noches y nos acepta tal cual somos ¿qué eligen hacer ustedes con ella? ¿deberíamos sacarle más jugo a estos minutos antes del sueño?
Desde ya muy agradecida con cualquier tipo de respuestas.
Música que me acompaña mientras escribo este post: Badly Drawn Boy "About a Boy"

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